Una pareja vivía muy bien, veinte años de casados y seguían muy enamorados. Un día ocurrió un incendio violento en su casa. Los vecinos llamaron a los bomberos, la mujer y su esposo fueron al hospital, pues ambos habían sido envueltos por las llamas. La esposa llevó la peor parte.
Días después, los doctores le dijeron al marido:
-Podemos salvar a su esposa, pero ella está irreconocible: por encima de la cintura es solo una masa de piel, la boca deformada, perdió un pedazo de la nariz, la oreja. Va a ser difícil ayudar a su esposa a hacerse cargo de su vida.
Entonces el esposo le respondió en voz baja:
-Yo también sufrí mucho con ese fuego. Después de todo, estoy ciego.
Se fueron a la casa que ganaron con la ayuda de los parientes y amigos, pero no salían de ahí.
Los doctores dijeron que los pulmones de su esposa, jamás se recuperarían y que, un paro respiratorio sería inminente tarde o temprano.
Ella estaba totalmente deformada. Vivieron juntos más de diecisiete años, hasta que ella dejo de vivir una mañana de diciembre.
En el velorio, ¡cuál no fue la sorpresa de los familiares y amigos! El esposo ahora viudo, se encontraba sin los lentes oscuros y sin el bastón que siempre usaba para caminar. Después de besar en las mejillas a su difunta esposa, suspiró profundamente y mirando a todos los presentes que esa noche se encontraban en el velatorio les dijo:
“Quiero confesarles que nunca quedé ciego, pero si mi dulce mujer lo hubiera sabido, jamás podría haberse sentido verdaderamente amada, siendo consciente que yo estaba viendo su deformidad”.
Amar es eso: amar es tener el coraje de hacerse el ciego para que el otro vea la luz.
Amar, es dejar de ver defectos en los demás, porque muchas veces nuestros propios defectos son muchos más grandes y, sin embargo, las personas son capaces de amarnos.
Estamos en busca de la “pareja perfecta” el “amigo perfecto” la persona perfecta”. Cuando en realidad, debemos preguntarnos a nosotros mismos: ¿soy perfecto?
El amor, es producto de amar. Y amar es un verbo, una acción que desarrollamos cotidianamente. A veces de manera consciente otras no.