Él se fue del mundo de los vivos hace un mes, dejando una bella familia que, además, siempre lo recordará con mucho cariño, por el extraordinario ser humano que fue. Aunque no fue así siempre. El me narró esa vez, como inició un cambio real y efectivo en su vida.
– “La peor tragedia de mi vida siempre fue creer que mi familia no me entendía. Mi hijo de 14 años casi no me saludaba, mi mujer solo me hablaba cuando se trataba de dinero o deudas, al final esto se transformaba en peleas continuas.
Mis hijas mayores no me visitaban nunca y, viendo a los más pequeños de 3 y 4 años queriendo jugar conmigo, me preguntaba: ¿así será también con ellos cuando tuvieran la edad de sus hermanas mayores?
Siempre les digo que me dejen en paz, que estoy cansado, que le pidan jugar a su mama. Un día mi teléfono se quedó sin memoria, revisé mis archivos y resultó que mi hijita de 4 años había grabado innumerables escenas de la vida diaria en la casa, sin que nos diéramos cuenta.
Pude escuchar mi metálica voz regañando a mi hijo adolescente, pude verme como contestaba a los demás sin mirar, sin prestarle atención debida y correcta a nadie, incluso a mi esposa. No podía entender cómo es que me aguantaban.
La forma como pedía las cosas siempre era con aspereza, quería que me entendieran, pero nunca me tome el tiempo de escuchar, de comprenderlos primero. Entonces aprendí a hacer depósitos en mis cuentas emocionales con cada uno de ellos. Desde el más pequeño de la casa. Como si se tratase de hacer crecer una cuenta bancaria.
Pedir por favor, salir a pasear abrazados o tomados de la mano como recién enamorados con mi esposa, escuchar más a mis hijos adolescentes en lugar de regañarlos con respuestas autobiográficas y respetar sus puntos de vista, agendar espacios de tiempo para cada uno de los seres que más amo, fueron grandes depósitos.
Antes, solo me dedicaba a ver todo desde mi punto de vista; esta actitud negativa, solo significaba que, hacia retiros de mis cuentas emocionales, y estas ya estaban a punto de cancelarse, sobre todo con mi esposa.
Hoy, después de dos años, estas cuentas están más caudalosas, aunque todavía faltan muchas otras más. Me estuve perdiendo lo mejor de la vida. Y la vida se decora y mejora con pequeños detalles. Todos los días”
Nunca olvido esta conversación, de ella aprendí muchísimo. Así que a hacer depósitos señores.
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