Ella sueña con ser empresaria, pero el alcoholismo de su marido, no le permite soñar demasiado. Saca por las tardes una parrilla, inserta corazón de res en ellos y vende sus deliciosos anticuchos en la puerta de su casa. Pero si llega borracho el esposo, se acabará el negocio, así que debe ser cuidadosa con el horario. Todo se hace, todo se vende, solo por las tardes. Antes de las 8 de la noche.
Los sábados vende ceviche por las mañanas, los domingos pone a su hijo mayor a ofrecer chicha morada que, preparó el día anterior para vender a los peloteros del barrio.
Nunca se detiene, siempre repartiendo las tarjetas de la próxima pollada, siempre ofreciendo ropa que traerá del mercado central. “me la pagas por partes”, “te dejo tu pedido” eran las frases que sus hijos mayores siempre recuerdan.
Diez años más tarde, Nohemí continuaba peleando, un hijo más, pero siempre luchando, siempre sin capitular. El marido ya la deja trabajar y que haga su negocio, nadie puede vencerla ni doblegarla ahora. Viaja a la frontera de su país, donde están más baratos los productos que trae para vendérselos a los vecinos del barrio.
Un día le robaron todo su capital, le golpearon y se llevaron su mercadería también. En lugar de llorar, consiguió dinero prestado y continuó hasta pagar todas sus deudas.
Empezaban las primeras mañanas de primavera, cuando empezó a sentirse mal, dolores en la cabeza que no le permitían dormir. Andaba ojerosa y pálida.
Se levantó con la decisión de sacar la parrilla y prender el carbón para la venta de anticuchos, pero su hijo menor le dijo que mejor descansara, ella no le hizo caso. Después de uno minutos se desmayó.
Un derrame cerebral la redujo a una camilla en el hospital, los médicos hablaron con sus hijos y les dijo:
-Es increíble que esté viva, debió fulminarla un derrame como ese. Pero aún no se rinde, no acepta morir.
Nohemí se resistió a la muerte una semana. Quizá pensaba que sus hijos aun la necesitaban y que se iría si ser la empresaria de éxito que les prometió ser. Aun en su último aliento, se aferró a la vida.
20 años después el hijo mayor y el nieto de tan tremenda mujer, llegan a visitarla a su tumba. Él y todos los hijos de Nohemí, son prósperos empresarios, son triunfadores, son exitosos.
– ¿Papá, la abuela te dejó su fortuna?
-No hijo
– ¿Te dejo la mansión donde vivimos?
-Tampoco
– ¿Los autos?
-Ni a mí, ni a ningunos de sus 8 hijos. Solo deudas.
-Entonces ¿porque siempre le agradecen “por tanto”?
-Porque nos dio la VIDA como primer regalo y, un ejemplo de PERSEVERANCIA, como ninguna vez pudimos encontrar en otro ser humano. Con esos dos regalos, se pudo construir el imperio del que hoy gozamos.
Podemos dejar dinero y propiedades como herencia, pero los ejemplos de perseverancia, son un legado mucho mas poderoso.
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