Cada vez que lo encontraba a solas, intentaba iniciar una conversación. Pero a cada intento de dialogo, el joven solo respondía con monosílabos: Si, no, aja.
Disgustado, el padre terminaba siempre reclamándole airado, pero esta actitud suya, solo lograba alejar a su hijo cada vez más de su lado.
“No entiendo a mi hijo, nunca me oye” se repetía a sí mismo, cuando la verdad, es que debemos oír, para poder entender.
En algún lugar también, otro padre le decía a su hijo: “No bebas licor”, pero sin embargo el mismo se emborrachaba los fines de semana.
Una madre trataba de hacerle ver a su hija, lo bello de la vida, lo mucho que ella le deseaba que fuera feliz, pero lo hacía siempre con lágrimas en sus ojos y contándole lo desdichada que se sentía.
¿Cómo podemos pedirle a los demás que, sean capaces de hacer cosas que nosotros mismos, no somos capaces de hacer?
Ralph Waldo Emerson nos dice: “Lo que haces, suena tan fuerte a mi oído, que no me permite oír lo que estás diciendo”
Para poder entender esta ley, aquí una breve, pero efectiva historia sobre Mahatma Gandhi:
Después de un compartir público en una plaza de la India, una madre y su hijo se acercan a Gandhi. La madre le pide con voz baja y muy preocupada:
-“Maestro, recomiende a mi hijo no consumir azúcar, es peligrosa para sus índices de glucosa. Yo soy Diabética y él podría desencadenar la enfermedad”
Gandhi observó al joven, luego a la madre y le dice:
-“Bien, regresen la próxima semana”
Efectivamente, a la semana siguiente el gran Maestro habla con el joven y lo convence del pedido de su madre, de no consumir azúcar.
La mujer agradecida se acerca a Gandhi y le pregunta:
-“Gracias Maestro, pero ¿Porque no se lo pidió la semana pasada?”
Gandhi la miro con mucho cariño a través de sus redondos espejuelos:
-“Tú no entiendes. Es que hace una semana, yo también consumía azúcar”
Por ello, la educación verdadera, es la que practicamos con el ejemplo, no con las palabras. No podemos pretender “empezar” a educar con el ejemplo, porque ya lo estamos haciendo. Solo podemos mejorar nuestra actitud, porque ella es la verdadera instrucción que estamos dictando.
La coherencia, es el Principio del verdadero liderazgo.