Montando un triciclo en el cual llevaba 10 esteras (planchas de 2 metros) hechas de carrizos y a su mujer con 6 meses de embarazo, sobre ellas.
– “Aquí está la plata. Aquí empezaremos vendiendo estas esteras para que los invasores de terrenos armen sus casas”
Ella no lo creía, pero Raúl era de los que no escuchan, era sordo al desaliento de su mujer. Norma no sabía leer ni escribir, jamás aprendería a hacerlo.
Vendió las esteras y luego con lo ganado, compró doble cantidad. Cada vez más aventureros que, llegaban de distintas partes del Perú para invadir terrenos sin dueño, en aquel paraje inhóspito y desértico, se hacían clientes suyos. Las esteras se vendían sin esfuerzo y el capital se duplicaba.
Pronto Raúl adquirió materiales de construcción, que las familias con más recursos solicitaban para edificar sus casas de ladrillo y cemento.
20 años más tarde y ya con 8 hijos, su patrimonio estaba constituido por 3 ferreterías, un depósito de materiales y estaba a punto de comprar su primer camión para transportar tubos de concreto.
Bueno, es necesario añadir que además llegó a tener una amante atendiendo en cada ferretería.
Raúl no paraba de pensar una y otra vez: “Si con una mujer analfabeta y mi tercer año de primaria elemental, logré avanzar hasta donde estoy, pues quizá mis hijos yendo a la universidad podrían crear una fortuna familiar”.
De este modo, se convirtió en un convencido que la formación profesional de sus hijos perpetuaría el negocio a través de los años, incluso cuando él ya no estuviera presente. Por ello dedico gran parte de sus ingresos en los estudios de sus 4 hijos mayores, enviándolos a las universidades más caras de Lima.
20 años más pasaron y el Imperio formado por los hijos bajo la dirección de su padre, contaba con fábricas de tubos de concreto, 15 camiones, una cadena de ferreterías y propiedades en diferentes distritos.
Raúl murió en casa de una de sus amantes, sin la compañía de alguno de sus hijos. El reproche y el resentimiento fueron pésimos concejeros para sus vástagos.
En el transcurso de 4 años, los hermanos hicieron trizas el gran activo que heredaron. Una serie de juicios por la posesión de los bienes y una mentalidad egoísta y de revancha, fue suficiente para lograr la catástrofe financiera.
Solo uno de los hijos de Raúl, el más rebelde, el que no quiso estudiar jamás, o sea la “oveja negra” de la familia, logró sacar adelante una de las ferreterías y convertirla en un próspero negocio que se está duplicando día a día.
El Legado que este empresario no dejo, fue la integridad, el respeto por los que amas, liderazgo, enseñar principios con el ejemplo y ser honesto.
Y estos conocimientos no los dan en ninguna Universidad. No se le puede encargar a nadie, que los inculquen a nuestros hijos por nosotros…
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