Cuando los padres tienen hijas mujeres, normalmente orientan todos sus cuidados “excesivos” hacia ellas. Perciben a las hijas mujeres como temerosas y débiles, constantemente les dicen: “ten cuidado con eso”, “te puedes lastimar”, “la patineta es para hombres”, etc.
Esto no significa de ninguna manera que seamos malos padres, el problema es que venimos actuando de una cierta manera que nos fue transmitida por generaciones, haciendo ver a la mujer como el sexo débil.
Un estudio realizado en los Estados Unidos, indico que, en la infancia, era muy probable que una niña fuera advertida por los padres sobre el riesgo del juguete, y si aún así ella quería jugar con él, probablemente uno de los padres la ayudaría. Pero, ¿y los niños? Ellos, a diferencias de las niñas si eran alentados a jugar allí, a pesar de toda la inseguridad que pudieran tener. Y, muchas veces, los padres los orientaban sobre cómo subir por su cuenta.
¿Cuál era el mensaje que le estábamos dando a nuestros hijos?
Que las niñas son frágiles y necesitan más ayuda, y los niños pueden y deben realizar tareas difíciles solos. Las niñas deben tener miedo, y los niños deben ser valerosos. Pero la ironía es que, en la infancia, niñas y niños son muy parecidos físicamente. Generalmente, las niñas son más fuertes hasta llegar a la pubertad, y más maduras.
Es por eso que, llegada la vida adulta, muchas mujeres viven con miedo. Pero el problema es cuando el miedo es la reacción primaria que enseñamos y animamos a las niñas a tener siempre que se enfrentan a algo fuera de la zona de confort de ellas.
¿Cómo hacer para que nuestras hijas sean valientes?
Se puede cambiar esta situación y aprender a tener coraje, y así como cualquier cosa que se aprende en la vida, sólo necesitan practicar. Entonces, primero, los padres tenemos que respirar profundamente y animar a las niñas a andar en patinetas, subir en árboles y jugar en el tobogán del patio. Un estudio muestra que el riesgo que se corre al jugar, es muy importante para todos los niños y niñas, porque enseña a evaluar el peligro, a posponer la gratificación, a tener resiliencia y confianza.
En otras palabras, cuando los niños y niñas salen y practican el coraje, aprenden lecciones valiosas sobre la vida. En segundo lugar, tenemos que dejar de alertar a las niñas. Entonces, la próxima vez que digan “¡Cuidado, te puedes lastimar!” o “¡No lo hagas, es peligroso!”, recuerde que a menudo lo que realmente están diciéndoles es que no deben esforzarse, que no son lo suficientemente buenas, que deben tener miedo.
Las mujeres deben empezar a practicar el coraje también. Sólo podemos enseñar a las niñas lo que nosotros mismos practicamos. Se ha comprobado científicamente que, el miedo y euforia causan reacciones muy parecidas: manos temblorosas, frecuencia cardíaca aumentada y tensión nerviosa.